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Bitàcola de la Ran

Descubriendo el cielo

Descubriendo el cielo

Erase una vez...erase otra vez una historia sobre la Luna. Dicen que su brillo se corresponde a la belleza humana.

Los ángeles le hacen llegar las sonrisas sinceras e inocentes que nacen del corazón de la gente. Pedacitos de brillo que recogen las almas puras para que la Luna siga brillando, guiando y generando felicidad y serenidad a los ojos que la miran. Pero había un ángel distinto a todos los demás. Un ángel que temía abrir sus alas, por miedo a que no fuesen tan hermosas como todos decían que debían ser, que tenía miedo a quedarse solo en un lugar tan inmenso como el cielo y temía que sus manos mancharan el brillo de esos rayos de luz.

Y aunque él no se daba cuenta, recibía rayos de luz de una misma persona cada noche. Había alguien que admiraba más la luz propia que sin saberlo él desprendía, más que la de la misma luna. Porque la calidez que aportaba la Luna a todos las que la miraban era muy de agradecer, pero no se podía comparar con la cercanía y las ganas de sentir que notaba en ese ángel. Nadie más podía verlo...o eso pensaba ella, aunque no tenía mucha importancia en ese momento, sólo necesitaba atesorar esos momentos y dedicarle su luz a ese ángel entre las estrellas. Porque eran las mismas ganas de vivir y amar que quedaron enterrados en su corazón que ahora surgían con miedo...pero lo hacían. ¿Habría un hueco para su corazón en ese cielo? ¿Podrían sus alas llevarle hasta él? Lo intentaría, por la comprensión mutua, por el respirar y brillar más a su lado.


Erase una vez...una historia nacida de la nada y del olvido, en lo profundo de dos corazones heridos y rendidos, una historia que nace de entre el manto de las dudas pero que estaba destinada a brillar por encima de ellas. Se pueden llegar a inventar mil historias para expresar emociones, interminables cuentos, algunos inocentes y absurdos, para decir y repetir con una tierna sonrisa lo ya dicho.

Siento que se me ha escapado un poco de las manos el texto...lo siento, me distraigo y no puedo centrarme pero más o menos el mensaje supongo que queda claro. Añado unas palabras preciosas que me han hecho pensar en ese ángel otra vez:

 

Llevo tú nombre en mi boca,

lo pronuncio porque lo necesito,

necesito sentirte junto a mi

para poder respirar.

 

Mis palabras se vuelven mariposas
que vuelan a ti, llevando mis besos.


Qué hermosos ojos tienes cuando estoy contigo...Gracias.

 

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